Naturaleza, ruralidad y civilización
Título: Naturaleza, ruralidad y civilización
Autor: Félix Rodrigo Mora
Editorial: Brulot
Páginas: 250
Precio: 9 euros
ISBN: 978-84-691-3625-6
Año: 2008
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Reseña
En lo formal, “Naturaleza, ruralidad y civilización” compendia, en la primera parte, artículos y guiones de charlas, publicados o promovidas por diversos colectivos: de crítica antiindustrial, “Los Amigos de Ludd”; de resistencia a grandes infraestructuras, la “Asamblea del País Vasco contra el TAV” y de fomento de la horticultura popular en los espacios urbanos y periurbanos, los BAH (Bajo el Asfalto está la Huerta). En la segunda parte, elaborada específicamente para este libro, se ocupa de los problemas actuales de la agricultura convencional y ecológica), la calidad de los suelos, el arbolado, el agua, los regadíos, las nocividades inherentes a la ciudad y el movimiento de ida y retorno al campo emprendido por un sector, aún muy minoritario pero ya significativo, de la juventud. Se puede decir que lo agrario ayer, hoy y mañana es la noción vertebradora de la obra.
Su título aúna tres nociones organizadoras. La naturaleza en tanto que naturaleza política, esto es, elegida y escogida y no meramente exterior y dada al ser humano, como ha sucedido hasta hace poco. La ruralidad, sinónimo de no-ciudad, que fue en el pasado y quizá sea en el fututo pero que hoy apenas existe, al haber sido aniquilada (y al haberse dejado aniquilar, enfoque que evita el victimismo, por tanto, la irresponsabilidad y su consecuencia, el narcisismo paralizante) por la sociedad de las megalópolis y los poderes ilegítimos ilimitados. Axial es la categoría de civilización, que no equivale aquí a formación social, sino que está tomada de la obra de Salviano de Marsella, autor del siglo V que forma parte del monacato cristiano revolucionario, quien la contrapone a barbarie, a vida incivil, no libre, encanallada y amoral. De manera que el titulo expresa la aspiración a construir una sociedad civilizada por medio de una relación renovada con la naturaleza y en el ámbito de lo rural recreado.
En su epistemología y estilo, el libro resulta de un enfoque holístico, plural y complejo, de las materias consideradas, con exclusión del criterio cartesiano, que lleva a un saber ilusorio, por especializado, parcelado y fragmentado, por estático y desdeñoso de las interconexiones realmente existentes entre las diversas realidades singulares, las cuales, además, son presentadas con una simplicidad puramente inventada que rehuye el conocimiento cierto sobre sus contradicciones internas y automovimiento. Como consecuencia, es una suma de esbozos, aserciones seminales y pinceladas que, lejos de agotar ninguno de los temas, tiene como primer designio el animar a continuar la reflexión experiencial, el estudio, el debate y la acción transformadora. Ello demanda una exposición concentrada, decidida a exponer la multiplicidad y complejidad de lo real, en la que se procura que sólo tenga cabida lo más fundamental. Ello acaso requiera de una lectura atenta, reposada y relajada, mejor si es individual y colectiva al mismo tiempo.
Podría decirse que es la experiencia reflexionada, no las teorías ni los doctrinarismos a priori, la que suministra el sistema de proposiciones y argumentaciones de la obra. Experiencia propia y, más aún, del otro, de los iguales, recogida en un texto que es, en buena medida, una puesta por escrito de las viejas y nuevas formas de saber popular propias de la tradición oral que siempre han dotado de conciencia (autoconciencia, más bien) autónoma a las gente de la ruralidad. Eso no es óbice para que el libro, a pie de página, incluya una amplia bibliografía, la mayoría de ella considerada en sus aspectos positivos, por parciales que sean. “Naturaleza, ruralidad y civilización” se ofrece a lectoras y lectores en un momento en que el ecologismo ha girado casi en su totalidad hacia las instituciones, dejando de ser un movimiento de base para transformarse en una parte del aparato gubernativo y mediático, poco apto por ello mismo para proporcionar propuestas y soluciones independientes que vayan a la raíz de los problemas, que se agravan con el paso de los días. En realidad, todo el radicalismo de pega que cooperó de un modo u otro a que en 2004 ganara el PSOE las elecciones se ha oficializado, o ha desaparecido. El libro, con sus limitaciones y defectos, se propone contribuir a remediar tal estado de cosas, preconizando formulaciones y metas que tienen la verdad concreta-finita como designio y que pretenden ser, por ello, verdaderamente revolucionarias. En la parte histórica incluye elementos para un análisis concreto del mundo rural de la península Ibérica que ha existido hasta hace unos decenios, desde sus orígenes en la gran mutación civilizadora de la Alta Edad Media hasta su liquidación por el Estado franquista, sin olvidar el carlismo, la guerrilla antifascista de 1939-52, esencialmente rural, ni la emigración, de unos 6 millones de personas, desde las zonas agrarias a las industriales y urbanas en los años 1955-70.
Es central, en el libro, la investigación sobre la génesis, naturaleza y trayectoria de la institución del concejo abierto, como forma asamblearia tradicional de gobierno de las comunidades campesinas, así como de las villas hasta cierta fecha. En la indagación de sus orígenes se remonta a la obra escrita de Beato de Liébana, del siglo VIII. Todo ello es proyectado hacia el futuro, al formular que sólo un régimen de autogobierno fundamentado en una gran red de asambleas soberanas es capaz de realizar la libertad política para el pueblo, lo que equivale a tildar de dictatorial el vigente régimen parlamentario y partitocrático. Los patrimonios comunales, o concejiles, son objeto de estudio, que contempla su casi liquidación por los diversos episodios desamortizadores promovidos por la modernidad, ilustrada y liberal, y la precaria y degradada situación de lo que aún sobrevive de ellos hoy. La obra y figura del ideólogo de tan desventurados acontecimientos, el ilustrado Jovellanos, autor de “Informe de Ley Agraria”, de 1795, no resulta olvidada. Tal sirve de preámbulo al estudio de los bosques actuales, víctimas del proceso de particularización y dañados por unas condiciones adversas, resultantes del lunático proceso de tala y roturaciones a descomunal escala, con la correspondiente agricolización y cerealización llevado a efecto desde el siglo XVIII por imposición del Estado, de todo lo cual, muy probablemente, proceden enfermedades actuales tan inquietantes como la “seca” de los Quercus, entre otras. El régimen comunal de la tierra en el pasado marca la pauta, corregidas las imperfecciones y debilidades de aquél, de lo que es deseable para el futuro.